Comer o no comer, esa es la cuestión: ¿Cómo pueden los profesionales de psicología de la salud ayudar a las personas a gestionar la seguridad alimentaria?

Por Barbara Mullan, Curtin University, Australia

Alcance del problema

Cada año, una de cada 10 personas en todo el mundo (aproximadamente 600 millones de personas) enferma después de ingerir alimentos contaminados y llegan a morir hasta 420.000 personas. Existen grandes diferencias geográficas en el lugar donde ocurren estos casos, siendo las regiones de África, el sudeste asiático y el Mediterráneo oriental las que soportan la mayor carga de enfermedades transmitidas por alimentos (aquí se pueden encontrar más detalles sobre la carga de enfermedades transmitidas por alimentos por región). Además de estas diferencias geográficas, también hay grandes diferencias en los tipos de agentes que son responsables de las enfermedades transmitidas por los alimentos (por ejemplo, virus, bacterias, parásitos).

Hay muchos eslabones en la cadena de seguridad alimentaria “desde el campo hasta la mesa”. Si bien se está haciendo mucho para ayudar a los agricultores, las industrias y los restaurantes a gestionar la seguridad alimentaria, a menudo se pasa por alto la participación de los consumidores en la manipulación segura de los alimentos. Las prácticas de manipulación de alimentos seguras para el consumidor son vitales, ya que representan la etapa final de la prevención de enfermedades transmitidas por alimentos. Las estimaciones de la proporción de intoxicaciones alimentarias que se originan en el hogar varían ampliamente, oscilando entre el 11 y el 87%. Como profesionales de la psicología de la salud, podemos hacer mucho para ayudar a los consumidores a minimizar el riesgo de enfermarse por intoxicación alimentaria en el hogar.

Las prácticas que contribuyen a los brotes de intoxicación alimentaria son variables, pero la Organización Mundial de la Salud tiene cinco mensajes clave para mantener seguros los alimentos que vamos a comer. Estos son:

  1. Mantenga las manos y los utensilios limpios,
  2. Separe los alimentos crudos y cocidos (especialmente al volver del mercado o tienda y cuando los guarde en el frigorífico),
  3. Cocine bien los alimentos,
  4. Mantenga la comida a temperaturas seguras (es decir, mantenga la comida caliente caliente y mantenga fría la comida fría), y
  5. Utilice agua potable y materias primas.

Predecir el comportamiento del consumidor

Las primeras investigaciones sobre el papel del consumidor se habían concentrado en su conocimiento como Fuente principal de influencia sobre su comportamiento. Sin embargo, una revisión sistemática encontró evidencias de que el conocimiento no conduce necesariamente a un comportamiento seguro de manipulación de alimentos. Este también es el caso de otros comportamientos relacionados con la salud, pero se necesita conocimiento, aunque no sea suficiente para cambiar el comportamiento, ya que ayuda a comprender el “cómo” y el “por qué” del comportamiento.

Para ayudar a comprender mejor otras influencias que pueden ayudar a los consumidores a participar en la manipulación segura de los alimentos, los investigadores han utilizado variedad de teorías, principalmente desde la psicología. Estos han incluido la teoría del comportamiento planeado, la teoría de la motivación de protección y el modelo de creencias sobre la salud. Una revisión reciente encontró que la intención, las normas sociales, la autoeficacia y el hábito eran las influencias más importantes en la manipulación segura de los alimentos por parte del consumidor, y concluyó que las intervenciones basadas en estos constructos probablemente serían efectivas para mejorar su comportamiento.

Intervenciones en higiene alimentaria

Otra gran revisión encontró algunas evidencias sobre la efectividad de las intervenciones educativas para mejorar la seguridad alimentaria en el hogar. Pero también hay otras intervenciones efectivas que se enfocan en constructos psicosociales además de educar a los consumidores. Por ejemplo, una intervención basada en la teoría del comportamiento planeado fue exitosa y mejoró el comportamiento seguro en la manipulación de alimentos. Esta intervención proporcionó a estudiantes universitarios información sobre seguridad alimentaria y utilizó estrategias, como la elaboración de planes específicos y la identificación de barreras, para ayudar a aumentar la intención y el control del comportamiento percibido (es decir, la confianza para participar en ese comportamiento seguro). La intervención aumentó tanto el control conductual percibido como el comportamiento seguro en la manipulación de alimentos. Estos hallazgos sugieren que podemos ayudar a nuestros clientes educándolos sobre cómo llevar a cabo conductas seguras de manipulación de alimentos y alentándoles a hacer planes específicos para hacerlo (por ejemplo, ayudarles a formular un plan para usar tablas de cortar separadas para carne y verduras cuando se desarrollan estrategias concretas).

Otra intervención exitosa se ha basado en la teoría del hábito. Esta intervención ayudó a estudiantes universitarios a desarrollar el hábito de calentar el paño de cocina en el microondas al proporcionarles un cartel informativo (es decir, una señal) y al proporcionar recordatorios para realizar el comportamiento cada tres o cinco días. El comportamiento aumentó significativamente durante el período de prueba de tres semanas y se mantuvo en el seguimiento de tres semanas. En la práctica, estos hallazgos sugieren que sería útil brindarles a los clientes información sobre seguridad alimentaria y también ayudarlos a formar hábitos para comportamientos particulares (por ejemplo, alentarles a que establezcan recordatorios en sus teléfonos para que pongan el paño en el microondas cada semana).

En resumen, la investigación anterior indica que hay mucho que nosotros, como profesionales de la psicología de la salud, podemos hacer para ayudar a nuestros pacientes a participar en este comportamiento vital para la salud. Es necesario empezar educando a nuestros clientes sobre la seguridad alimentaria y luego ayudarlos a sentirse seguros de su capacidad para participar en los comportamientos, así como ayudarlos a desarrollar hábitos.

Como nota final, si bien todos los consumidores corren el riesgo de enfermar por causa de enfermedades transmitidas por los alimentos, alrededor del 25% de la población tiene todavía un riesgo mayor, incluidas las mujeres embarazadas, los niños menores de 5 años, los adultos mayores y las personas con sistemas inmunitarios comprometidos. Por lo tanto, es importante que los profesionales de la psicología de la salud reconozcan oportunidades particulares para las intervenciones descritas anteriormente, como cuando las personas presentan afecciones crónicas de salud, cuando trabajan con padres o adultos mayores y cuando las mujeres están considerando tener un embarazo.

Recomendaciones prácticas

  • Es necesario educar a la gente que la seguridad alimentaria comienza en el hogar y que los precursores importantes del comportamiento incluyen la intención, las normas sociales, la autoeficacia y el hábito.
  • No subestime el papel del conocimiento. Se pueden utilizar recursos nacionales y globales para educar a los consumidores sobre la importancia de los comportamientos de seguridad alimentaria; una vez que tienen esa información, se pueden adoptar fácilmente ciertos comportamientos simples.
  • Resalte la importancia de la seguridad alimentaria, haciendo hincapié en cómo las conductas seguras para cocinar y manipular los alimentos pueden afectar la salud y minimizar el riesgo de intoxicación alimentaria para las personas y los seres queridos.
  • Abordar procesos tanto racionales (por ejemplo, desarrollar la intención) como automáticos (por ejemplo, desarrollar el hábito). Comience con estrategias motivacionales como el establecimiento de metas y la planificación concreta, luego fomente el uso de señales (por ejemplo, carteles y recordatorios) para ayudar a las personas a desarrollar hábitos y rutinas de seguridad alimentaria.

[Traducido por Luis García-González y Alberto Aibar]