La comunicación eficaz del riesgo va más allá del cambio de comportamiento: hablemos de la evaluación personal del riesgo

Por Victoria Woof and David French, Manchester Centre for Health Psychology, University of Manchester, UK

Tradicionalmente, en medicina y psicología de la salud, los profesionales sanitarios han comunicado a los pacientes sus riesgos personalizados de enfermedad con el objetivo de prevenirla. Cuando la comunicación de riesgos facilita cambios en el comportamiento sanitario, puede reducir potencialmente el desarrollo de enfermedades y detectarlas en fases tratables. Por ejemplo, comunicar el riesgo de enfermedad cardiovascular para promover la práctica de ejercicio físico y la mejora de la dieta puede reducir el riesgo. Sin embargo, hay otros posibles objetivos y resultados a tener en cuenta a la hora de informar sobre el riesgo de enfermedad. Además, los objetivos de los profesionales sanitarios y los pacientes o el público en general no siempre coinciden. Se han identificado varios objetivos relacionados con la comunicación de riesgos, como facilitar la toma de decisiones informadas y producir respuestas afectivas adecuadas, así como motivar el cambio de comportamiento.

Prácticas actuales de comunicación de riesgos e implicaciones

Para facilitar la comprensión de la información numérica y mejorar la comunicación del riesgo, se han barajado diversos enfoques, como el uso de representaciones visuales del riesgo, por ejemplo conjuntos de iconos (iconos que representan el número de personas en riesgo). Sin embargo, los destinatarios siguen teniendo dificultades para comprender las cifras numéricas y sus implicaciones. En particular, este tipo de información sobre el riesgo no parece tener efectos importantes ni duraderos en el cambio de comportamiento. Una explicación probable de esta falta de impacto es que cambiar las creencias de susceptibilidad de los receptores sólo mediante información numérica sobre el riesgo es una intervención comparativamente débil, ya que las creencias sobre autoeficacia y afrontamiento (es decir, hasta qué punto una persona cree que tiene la capacidad de llevar a cabo un comportamiento) tienen potencialmente implicaciones más positivas para el cambio de comportamiento.

No obstante, como ya se ha mencionado, la comunicación de riesgos puede tener otros objetivos. En la literatura sobre el riesgo de cáncer, se ha observado que las personas comprenden y son capaces de recordar sus estimaciones de riesgo. Sin embargo, estas personas no siempre creen que la estimación del riesgo refleje el riesgo que perciben a pesar de una explicación clara, y la mayoría sobreestima su riesgo. En este caso, parece que los individuos tienen percepciones preexistentes de su riesgo que no cambian cuando se les proporciona una estimación clínica numérica. ¿Cuál podría ser la causa?

Comunicación del riesgo y valoración personal del riesgo

Las experiencias personales de enfermedad familiar, la congruencia entre las expectativas personales y las estimaciones clínicas y las ideas personales sobre las causas influyen en la forma en la que se percibe e interioriza una estimación clínica del riesgo de cáncer de mama en particular. Aunque la provisión de una estimación de riesgo clínico tiene poco impacto en los resultados emocionales, las emociones preexistentes (evaluadas antes de comunicar el riesgo) son un fuerte predictor de cómo se perciben y reaccionan ante las estimaciones de riesgo. Si no se tienen en cuenta este tipo de cuestiones, las técnicas de comunicación de riesgos que empleemos no servirán para respaldar decisiones informadas y valoraciones de riesgos precisas.

Recientemente hemos destacado en una revisión sistemática de estudios cualitativos que la gravedad del cáncer de mama familiar afecta al compromiso de las mujeres con las conductas preventivas. Si el cáncer de mama no es la principal prioridad en comparación con otras enfermedades, puede que se descuide el compromiso con la acción preventiva, ya que otras enfermedades de la familia son más preocupantes. Del mismo modo, cuando las expectativas previas de riesgo no coinciden con una estimación clínica del riesgo, las mujeres pueden reaccionar con dudas y conmoción, y la confianza en la estimación se ve socavada. Si la estimación clínica no se ajusta a estas opiniones y expectativas preexistentes, es posible que no se lleven a cabo los cambios sugeridos en la dieta o en la toma de medicación preventiva.

Hacia un enfoque más personal de la comunicación de riesgos

Quienes reciben una estimación personalizada del riesgo de enfermedad no son receptores pasivos de esta información. Por el contrario, estas personas utilizan sus contextos sociales, prejuicios personales, valores y experiencias para dar sentido a la información relativa a su riesgo, que no siempre coincide con el objetivo del comunicador o el riesgo numérico proporcionado.

Es beneficioso entablar un diálogo abierto con los receptores del riesgo de una enfermedad, que abarque algo más que la estimación numérica para que converjan los objetivos y los conocimientos. Para que la comunicación del riesgo sea eficaz, los profesionales sanitarios deben determinar, en primer lugar, qué conocimientos y comprensión poseen ya las personas sobre un determinado riesgo de enfermedad. De este modo, los profesionales se darían a sí mismos y al receptor la oportunidad de debatir sobre el entendimiento compartido y trabajar sobre las percepciones erróneas para alinear sus objetivos. Dedicar más tiempo a proporcionar información individualizada y adaptada probablemente mejoraría la forma en que los receptores piensan sobre su riesgo y también aumentaría la confianza de ambas partes en la toma de decisiones informadas compartidas, además de facilitar cambios sostenidos en los comportamientos de salud.

Recomendaciones prácticas:

  • Cuáles son los objetivos de su comunicación de riesgos – antes de proporcionar un riesgo de enfermedad es importante establecer primero lo que está tratando de lograr, por ejemplo, el cambio de comportamiento, opciones informadas. Una vez establecidos los objetivos, los profesionales también deben considerar los objetivos del receptor y trabajar juntos para encontrar un terreno común.
  • Abrir un diálogo con el receptor: proporcionar un espacio para que el receptor comunique sus pensamientos con el fin de evaluar las diferentes formas en que ve su riesgo y si posee los conocimientos necesarios para tomar decisiones informadas y ayudar a guiarle en su elección, sea cual sea.
  • Cuestionar respetuosamente los malentendidos: trabajar con el destinatario para debatir ideas incorrectas y resolver las lagunas de conocimiento. Esto sentará las bases para una toma de decisiones más informada, si éste es el objetivo de la comunicación.
  • Adaptar la comunicación: piense en las necesidades del destinatario y establezca formas de transferir conocimientos para entablar un debate significativo. Para ello, se puede estratificar la información proporcionando información breve o “esencial”, que luego se complementa con material más detallado, si así se solicita.

[Traducido por Luis García-González y Alberto Aibar Solana]